sábado, 2 de octubre de 2010

Amor en la Habana

Cuando Eduardo ocupo su asiento del vuelo a la Habana, Cuba, nunca imagino la historia maravillosa que viviría en esa isla. El ya había viajado como turista a Cuba antes del periodo especial y antes de que se recuperasen los restos de Che en Bolivia. En Argentina para los jóvenes de la generación del 70 la Revolución Cubana fue el eje conductor de toda una línea de pensamiento con ansias de libertad del igualdad un ejemplo de cómo se puede cambiar este mundo injusto, el final de este movimiento juvenil termino como la mayoría ya sabe y no es necesario repetirlo.
Este viaje no era como un mero turista curioso, este viaje representaba la posibilidad de brindar un servicio a esa Cuba que luego del periodo especial necesito de la ayuda de muchos. El motivo del viaje era el de dictar un curso en el Instituto Biotecnológico de la Habana, curso que duraría 30 días.
La llegada fue un domingo a las 11 de la mañana. Cuando llego al aeropuerto José ya lo estaba esperando.
Como fue el viaje pregunto José, la verdad que largo y muy cansador respondió Eduardo.
Fueron al hotel Copacabana, José le manifestó que descansara unas horas y que luego lo pasaría a buscar para ir al Instituto a hablar y planificar el curso que comenzaría el lunes.
A la 15 hs José pasó a buscarlo.
Llegaron al instituto y comenzaron las reuniones de cómo implementarlo ya que estarían presentes 30 alumnos de toda América Latina. Eduardo se sentó con Rosalía la coordinadora del curso. Una mujer morena, esbelta, con unos ojos negros grandes y profundos, desbordaba en su expresión la sinceridad y la bondad. Lugo de resolver las cuestiones puntuales del curso, Eduardo, no aguanto más y le hizo la pregunta idiota que todo extranjero hace a un cubano.
Rosalía que piensa de la revolución?
Rosalía lo miro con sus ojos negros y profundos y le pregunto:
De qué color es mi piel?
Negra respondió Eduardo.
Bueno profesor, entonces, vera, en el gobierno de Batista mi padre era campesino, cuál cree usted que hubiese sido mi destino con un gobierno como el de Batista o similares?
No muy bueno creo, respondió Eduardo.
No muy bueno y sonrió, esa sonrisa con sus blancos dientes y su expresión seductora, bueno mi querido profesor le voy a ser directa, mi futuro hubiese sido ser puta o sirvienta. Hoy soy doctora en ciencias tengo tres hijos, uno medico, otro ingeniero y otro agrónomo, nunca pague un centavo para formarme, que creo usted que pienso de la revolución?
Durante el curso siempre almorzaban juntos, Eduardo se quejaba de que las clases le dejaban poco tiempo libre y él quería ir a Santa Clara donde están los restos de Che y su Mausoleo.
Una tarde de viernes, ya faltando pocos días para acabar el curso Rosalía le dice: Eduardo tengo un regalo para ti, mañana temprano te paso a buscar por el hotel y nos vamos a Santa Clara a visitar el Mausoleo del Che. La alegría de Eduardo era casi incontrolable, la abrazo y en ese momento sintió una necesidad enorme de besarla pero no lo hizo.
Salieron temprano, en el viaje lo primero que Rosalía le cuenta es que el director del instituto le ofrecía trabajo en Cuba por el tiempo que él quisiera y que el mismo se encargaría, si él aceptaba, de hablar con la entidad internacional a la que Eduardo pertenecía para pedirle que lo autoricen a quedarse. Me sentí reconfortado, halagado, pero conteste que no podía decidirlo en ese momento que lo pensaría en estos días que quedan faltan para terminar el curso. No se hablo más del tema.
Llegaron a Santa Clara y ya Eduardo se sintió emocionado, pasaron por las calles donde se desencadeno el combate más importante para el triunfo de la revolución.
Entraron al Mausoleo, Eduardo frente a la tumba de Che no pudo contener su llanto, era interminable, lloraba mientras decía, “el que está ahí no puede ser el Che, son solo huesos, no, el Che esta en el pueblo en cada uno de los Cubanos y en cada uno de los hombres que amamos la libertad y la igualdad, el llanto, pero más que nada el abrazo de Rosalía lo dejo más tranquilo. Fue en ese abrazo que ella lo beso con un beso dulce sincero y cálido.
Almorzaron en un pequeño y sencillo restauran y durmieron en un hotel con cuartos sencillos. Vio a Rosalía desnuda, su negro y brillante cuerpo, sus mamas pequeñas y bellas, hicieron el amor toda la noche, casi no durmieron. El domingo regresaron a la Habana, en silencio, mirándose de costado las manos de ella sobre la pierna de él y algunas veces apretaban ambos sus manos.
Llegaron tarde al hotel, quedaron en encontrarse en el lobi a la 21 hs para cenar juntos, Eduardo con su ansiedad de siempre bajo antes y se sentó en un sofá a tomar un ron. Aparecieron tres músicos y preguntaron: usted es Eduardo ¿Si contesto.
Tenemos una canción dedicada a usted, claro, respondió Eduardo, comiencen respondió ansiosamente y comenzaron la canción de Carlos Puebla:

Aprendimos a quererte
desde la histórica altura
donde el sol de tu bravura
le puso un cerco a la muerte.
Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia
Comandante Che Guevara ......................

La emoción de Eduardo fue tan profunda que casi no podía respirar. Terminada la canción alguien le dijo: teléfono para usted, era Rosalía, es mi regalo por el amor que siento por ti.
En ese momento Eduardo supo que no dejaría Cuba.
Poeta de Luna
Cassino, Octibre de 2010

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