Abbas Kiarostami, en su primer filme realmente europeo, Copia Certificada, ha decidido jugar con el espectador al gato y al ratón. ¿Qué es original y qué es copia? Ésa es la pregunta que parece hacerse el realizador iraní. Su nuevo filme comienza con la presentación que realiza un escritor del libro “Copia certificada”, donde el literato habla de las copias en el mundo del arte y del sentimiento que puede provocar su contemplación en el espectador, una experiencia tan auténtica como podría ser la observación de un original. A esa presentación acude una galerista de arte, divorciada y madre de un hijo, que intentará tener un affair con el escritor. Durante su primera cita, ocurre un hecho inesperado: una mujer mayor toma a la pareja como un matrimonio que lleva varios años casados. A partir de ese momento, los dos se comportarán como una pareja madura que pasa por un momento de crisis. No obstante, ésta es sólo una versión posible del argumento de una película rica en interpretaciones.
Kiarostami nunca determina qué es original o qué es copia dentro de la historia. Aunque parece que sea un pequeño delirio de la propia mujer, una espléndida Juliette Binoche, que copia la actitud de un matrimonio maduro para saber cuál es esa sensación y simular una experiencia que no pudo ser completada con su anterior pareja. No obstante, también puede ser un juego del propio Kiarostami, capaz de mostrarnos la evolución de los personajes sin tener que acudir al maquillaje y poder contrastar de una manera más natural la pasión de unos recién conocidos con el desgaste sentimental de una pareja que lleva años de convivencia.
Evidentemente, esa Italia, llena de piezas de arte a cada paso, es el decorado ideal para una película sobre la copia en el arte y la vida. Al fin y al cabo, esos paseos de la pareja por las calles mientras charlas de sus cuitas maritales no son tan distintas de las que sostenían George Sanders e Ingrid Bergman en ‘Te querré siempre’, una de las obras maestras de Roberto Rosellini. Incluso la presencia de elementos religiosos, como esa Iglesia de la que sale una pareja de viejecitos o las campanas finales, remiten al milagro con el que el maestro italiano terminaba una de sus cumbres cinematográficas.
Por otra parte, la aparición de espejos y la imagen que en ellos se refleja ahondan más si se quiere en ese mundo donde no están claros los límites entre lo original y la copia, además de permitirnos observar hasta tres acciones alternativas sin recurrir a pantallas partidas o cualquier otra argucia técnica. No obstante, si uno quiere dejarse de reflexiones intelectuales, el filme se puede disfrutar como un drama sobre la dificultad de mantener la pasión amorosa a lo largo del tiempo.
En resumen, Copia certificada es una película abierta a posibles significados que ahonda de una manera sutil en la propia naturaleza del cine: ser una copia distorsionada de la realidad.
Kiarostami nunca determina qué es original o qué es copia dentro de la historia. Aunque parece que sea un pequeño delirio de la propia mujer, una espléndida Juliette Binoche, que copia la actitud de un matrimonio maduro para saber cuál es esa sensación y simular una experiencia que no pudo ser completada con su anterior pareja. No obstante, también puede ser un juego del propio Kiarostami, capaz de mostrarnos la evolución de los personajes sin tener que acudir al maquillaje y poder contrastar de una manera más natural la pasión de unos recién conocidos con el desgaste sentimental de una pareja que lleva años de convivencia.
Evidentemente, esa Italia, llena de piezas de arte a cada paso, es el decorado ideal para una película sobre la copia en el arte y la vida. Al fin y al cabo, esos paseos de la pareja por las calles mientras charlas de sus cuitas maritales no son tan distintas de las que sostenían George Sanders e Ingrid Bergman en ‘Te querré siempre’, una de las obras maestras de Roberto Rosellini. Incluso la presencia de elementos religiosos, como esa Iglesia de la que sale una pareja de viejecitos o las campanas finales, remiten al milagro con el que el maestro italiano terminaba una de sus cumbres cinematográficas.
Por otra parte, la aparición de espejos y la imagen que en ellos se refleja ahondan más si se quiere en ese mundo donde no están claros los límites entre lo original y la copia, además de permitirnos observar hasta tres acciones alternativas sin recurrir a pantallas partidas o cualquier otra argucia técnica. No obstante, si uno quiere dejarse de reflexiones intelectuales, el filme se puede disfrutar como un drama sobre la dificultad de mantener la pasión amorosa a lo largo del tiempo.
En resumen, Copia certificada es una película abierta a posibles significados que ahonda de una manera sutil en la propia naturaleza del cine: ser una copia distorsionada de la realidad.
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