Cielo, debo pedirte disculpas al no atender a tus llamados
en el mismo instante en que lo requerís. ¡Qué más desearía yo! Pero confío en
que en algún momento ha de ser así. Mientras cavilo y remonto esos sueños
blancos, como dicen que mi epónimo lo hacía en esos caballos alados, mantengo
el ritmo de trabajo en la empresa que os he comentado y que vos conoces muy
bien. Me topo con el diario del protagonista, escrito en Bolivia antes de ser
asesinado y leo un pasaje que me hizo remontar a mi época de estudiante. Ese
ser humano, definitivamente humano, escribió esta frase: “Sepa usted que el
verdadero revolucionario está formado por los más puros sentimientos del amor”.
Pero, no mi vida, no es de política que deseo hablaros, es de amor, del más
puro amor, de ese apasionado que cita en sus notas el guerrillero heroico, es
el que siento por vos. Es mi amor por ti tan revolucionario como el que más...
Quiero que sepas que eres mi oasis en medio de la batalla, que no he muerto
porque tu presencia lo impide, que ninguna espada puede herirme porque estoy
cubierto por el escudo de tu dulzura. ¡Eres mi escudo! Blindado estoy ante los
subterfugios de las hadas que pretenden atraparme. Y mira, que ya no sé cómo
decirte que te amo, pienso que he de estudiar la escritura cuneiforme para
dibujar en las paredes un nuevo abecedario con la soterrada intención de que
dentro de muchos siglos, cuando ya no quede nada y la maldad lo haya barrido
todo; cuando los nuevos habitantes se empeñen en descubrir el “dónde comenzó
todo”, lean mis escritos y puedan decir que hubo un hombre que amó a una mujer por encima de conveniencias y disposiciones...
Amada, mía, sólo mía, y siempre mía... te siento en este sábado absurdo de soledad. Hablo, río, camino y lloro en silencio, con esas lágrimas que no se ven, porque son internas y duelen como la esperma hirviente... que soy un cirio que se consume con lentitud y cuya llama calcina los deseos que yacen en mis entrañas. Quiero, amada, en medio de tus quebrantos, regar tus jardines con el amor que de mí brote, musitarte al oído el canto de los pájaros e hilvanar las cuentas del deseo hecho realidad. Sentir tu cuerpo, amada, y tu bella presencia, besar las mariposas que adornan tu espalda y ahora mi brazo. Una mariposa azul, tan azul como ese nuestro cielo. Hoy es sábado, Cielo... un sábado que anuncia el festival de las máscaras, esas que confío en Dios, veremos en la Venecia de nuestras quimeras.
Amada, mía, sólo mía, y siempre mía... te siento en este sábado absurdo de soledad. Hablo, río, camino y lloro en silencio, con esas lágrimas que no se ven, porque son internas y duelen como la esperma hirviente... que soy un cirio que se consume con lentitud y cuya llama calcina los deseos que yacen en mis entrañas. Quiero, amada, en medio de tus quebrantos, regar tus jardines con el amor que de mí brote, musitarte al oído el canto de los pájaros e hilvanar las cuentas del deseo hecho realidad. Sentir tu cuerpo, amada, y tu bella presencia, besar las mariposas que adornan tu espalda y ahora mi brazo. Una mariposa azul, tan azul como ese nuestro cielo. Hoy es sábado, Cielo... un sábado que anuncia el festival de las máscaras, esas que confío en Dios, veremos en la Venecia de nuestras quimeras.
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